Lo más importante del proceso de sanarnos o de integrarnos en un todo es aceptarnos totalmente a nosotros mismos, con todas nuestras múltiples partes. Aceptémonos cuando
actuamos bien y cuando no lo hacemos tan bien, cuando nos asustamos y cuando demostramos nuestro amor, cuando nos comportamos tontamente y cuando nos mostramos brillantes e
ingeniosos, cuando fracasamos y cuando ganamos.
Todo esto son distintas facetas de nosotros mismos. La mayoría de nuestros problemas provienen de que rechazamos partes de nosotros mismos: no nos amamos total e incondicionalmente. Que la mirada que echamos sobre nuestro pasado no sea de
vergüenza. Miremos al pasado viendo en él la riqueza y la plenitud de la Vida, pues sin esa riqueza y esa plenitud no estaríamos hoy aquí.
Cuando nos aceptamos totalmente nos convertimos en seres íntegros y sanos.
Si no te amas total, entera y plenamente, es porque en algún
momento aprendiste a no amarte.Pero puedes desaprenderlo.
Empieza a ser amable contigo ahora mismo.
Acepto todo lo que he creado para mí mismo Me amo y me acepto exactamente tal como soy. Me apoyo, confío en mí y me acepto allí donde esté. Puedo existir dentro del amor de mi propio corazón. Me pongo la mano sobre el corazón y siento el amor que hay en él. Sé que en él hay mucho lugar para aceptarme tal como soy aquí y ahora.
Acepto mi cuerpo, mi peso, mi altura, mi aspecto, mi sexualidad y mis experiencias. Acepto todo lo que he creado para mí misma. Mi pasado y mi presente. Estoy dispuesta a dejar que mi futuro
suceda. Soy una Expresión Divina y Magnífica de la Vida, y me merezco lo mejor de lo mejor. Y lo acepto para mí, ahora.
Acepto los milagros. Acepto sanar. Acepto que estoy a salvo. Y
sobre todo, me acepto a mí mismo. Soy un ser único y valioso,
y me aprecio como tal. Y así es.
Louis L. Hay
viernes, 22 de enero de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario