La reflexión de hoy

Semana de Pascua






martes, 15 de diciembre de 2009

Vivir como perros


Según un email que recibí recientemente, estamos llamados a vivir la vida como perros.
Sé que niciar así este artículo puede sonar hasta ofensivo, pero permítanme explicar a qué me refiero: comenta el autor del mail (quien se auto-identifica como veterinario), que fue llamado a examinar a un perro de 10 años de edad, mascota de una familia con un hijo pequeño muy apegado a él (al perro).
Al indicarles que ya nada podía hacerse por el perro debido al avanzado estado en que se encontraba su cáncer, recomendó llevar a cabo el procedimiento de eutanasia. Lo que nosotros vulgarmente, en el caso de un animal, llamaríamos ‘dormirle’ para evitarle mayores sufrimientos.
Sigue comentando el autor del email que durante el proceso, en el que estuvo presente el niño sin manifestar ningún tipo de confusión ni dificultad, se sentaron a reflexionar sobre la posible razón de que la vida de las mascotas sea más corta que la de los humanos. El pequeño ofreció una explicación reconfortante que bien pudiera cambiar la forma de pensar de muchos, tal como dice el autor que lo hizo con él:


“La gente viene al mundo para poder aprender a vivir una buena vida. Amar a los demás todo el tiempo y ser buenas personas, ¿no? Bueno, como los perros ya saben cómo hacer todo eso, pues no tienen que quedarse por tanto tiempo como nosotros”.
Es por esto que el autor nos invita a tener presentes las reglas perrunas de la existencia y a vivir la vida como perros:


Vive sencillamente.
Ama generosamente.
Quiere profundamente.
Habla amablemente.
Cuando tus seres queridos llegan a casa, siempre corre a saludarlos.
Nunca dejes pasar una oportunidad para ir a pasear.
Toma siestas.
Estírate antes de levantarte.
Corre, brinca y juega a diario.
Mejora tu atención y deja que la gente te toque.
Evita morder cuando un simple gruñido sería suficiente.
En días cálidos, recuéstate sobre tu espalda en el pasto, bajo la sombra de un árbol.
Cuando estés feliz, baila alrededor, y mueve todo tu cuerpo. Sé leal. Nunca pretendas ser algo que no eres.
Si lo que quieres está enterrado, escarba hasta que lo encuentres.
Cuando alguien tenga un mal día, quédate en silencio, siéntate cerca y suavemente hazle sentir que estas ahí.


No sé lo que piensen ustedes, amables lectores; tampoco sé a quién debo dar crédito por compartir estas reflexiones porque desconozco el autor original del relato y sus sabios consejos, pero una cosa sí sé: si viviésemos siguiendo estas reglas perrunas, sencillamente seríamos más felices y capaces de repartir felicidad a los demás.

¡Bendiciones!
Y que Dios los prospere con gran felicidad.
Cortesía Anny Mateo Cabral (Rep.Dominicana)